Pasaron las semanas y Vicky se había adaptado a su nueva vida. Seguía vendiendo seguros a domicilio y no se le daba mal. Había conseguido vender 8 seguros en sus primeras dos semanas como empleada fija. En su apartamento seguían los mismos muebles que cuando llegó. Apenas comía porque no tenía dinero y no se atrevía a pedir un adelanto en su trabajo. Con el poco dinero que le quedaba compraba comida precocinada y alguna vez incluso llegó a acudir a una asociación que repartía alimentos.
Al fin y al cabo no le iba tan mal si tenía en cuenta que al fin había podido empezar a vivir siendo ella quien daba los pasos en su vida. Pero hubo un día que tocó fondo. Se dirigía como cada mañana al local de su empresa a recoger la carpeta con los seguros que debía vender aquel día pero se quedó alucinada cuando comprobó que el letrero de la empresa ya no estaba allí. La puerta estaba cerrada y no había ni rastro de las personas que allí trabajaban.
Vicky llamó al teléfono que, supuestamente, era de su empresa pero saltó un contestador que informaba de que el número al que llamaba no pertenecía a nadie. Fue entonces cuando Vicky cayó en la conclusión de que había sido víctima de un trabajo estafa. Precisamente el día anterior había podido leer un reportaje en un periódico acerca de ello. Los supuestos empresarios ofrecían altos sueldos a sus empleados si pasaban un periodo de prueba que no sería remunerado. Si conseguían pasar dicho periodo se las ingeniaban para no contratarles finalmente haciéndoles creer que no habían pasado dicha prueba. Pero si finalmente no les quedaba otra opción que contratar al empleado, le hacían un contrato falso del que jamás tendría una copia el propio empleado. Al tiempo la empresa se esfumaba del lugar donde estaba. Para la justicia era difícil captar todas aquellas estafas que habían florecido en estos tiempos de crisis.
Vicky entonces entendió la razón por la que no pidieron su currículum en la entrevista, la razón por la cual aquel sitio tenía tan poca pinta de ser una empresa al ser tan solo una sala con una mesa y algunas sillas. Tampoco había podido coincidir jamás con sus supuestos compañeros.
Ahora la situación había cambiado por completo. Vicky se encontraba peor que cuando llegó a Barcelona. Ya no le quedaban más que algunos céntimos en el bolso y tenía que hacer frente a un piso que no podría pagar. Pero lo peor de todo era la profunda decepción y desolación que sentía al haber estado trabajando tantas semanas a cambio de nada. Su ilusión estaba rota en mil pedazos.
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